En el momento de escribir estas líneas, la revolución y la contrarrevolución están enfrentándose en las calles de Egipto. La Plaza Tahrir de El Cairo ha vuelto a ser el punto focal de la revolución. El fin de semana se produjeron enfrentamientos, una vez más, en la plaza Tahrir cuando la policía trató de dispersar a los activistas que exigían el fin del régimen militar.
Impulsados por el látigo de la contrarrevolución, decenas de miles de revolucionarios están retomando sus posiciones en la plaza donde la revolución dio sus primeros pasos.
El Ministerio de Salud confirmó que el número de muertos del domingo al lunes había aumentado de 11 a 20, pero las cifras siguen aumentando a medida que escribimos [actualmente se cuentan en 33 los muertos. Nota del Traductor]. Además, miles en todo el país han sido gravemente heridos por balas de metal revestidas de goma y por un tipo especialmente agresivo de gas lacrimógeno que se está utilizando. Esta es la protesta continuada más larga desde que el presidente Hosni Mubarak fuera derrocado en febrero.
La plaza había sido ocupada desde el viernes por activistas y grupos de varias tendencias políticas, al término de una marcha de decenas de miles de personas. Su demanda era que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) estableciera una fecha clara para terminar con el régimen militar. El CSFA ha organizado elecciones parlamentarias para la próxima semana, pero está claro que las enmiendas constitucionales que el CSFA ha introducido, dejan al Parlamento que surgirá de las elecciones como una mera hoja de parra que cubrirá la continuidad de los militares en el gobierno del país.
A lo largo del fin de semana hubo movimientos de avances y retrocesos en la plaza conforme el ejército trataba de retomar la plaza Tahrir y expulsar a los manifestantes. A raíz de estos impasses mortales, y después de los enfrentamientos graves al atardecer, miles de manifestantes recuperaron el terreno con éxito expulsando a la policía militar y a los soldados - vestidos con equipos antidisturbios y armados con porras y armas de electrochoque - que formaban una hilera delante de las Fuerzas de Seguridad Central disparando andanada tras andanada de gases lacrimógenos. Las calles del centro de El Cairo se llenaron de manifestantes que huían, abriéndose paso a través de los árboles quemados y de nubes de gas tóxico.
Los participantes eran principalmente miembros de base de todas las organizaciones de la oposición. Muchos de ellos desafiaban a sus propias direcciones al estar presente allí. Un miembro de los Hermanos Musulmanes dijo al Financial Times:
"Los Hermanos hasta el momento han decidido que no van a participar, pero yo, como individuo sentí que debía venir, porque creo que hay que proteger a la revolución, y la continuación de la revolución. Este es nuestro deber en este momento, y no sólo estar sentados en una sala con aire acondicionado."
Otro manifestante dijo al mismo diario:
"Estábamos aquí, huyendo con un hombre herido, cuando escuchamos un disparo y cayó alguien detrás. Uno de nosotros corrió a ayudarlo, pero también cayó de un disparo. Yo estaba pensando en volver a mi trabajo el miércoles, pero ahora me voy a quedar aquí, para que su sangre no haya sido derramada en vano".
Estos comentarios son una clara indicación del estado de ánimo de las masas. La situación ahora ha asumido una lógica propia y se ha desarrollado también hoy (lunes 21) todavía más.
Jack Shenker del diario The Guardian, informa:
"Después de más de 48 horas de intensos combates en las calles de El Cairo, la cuestión hoy iba a ser si el impulso que había detrás de las protestas comenzaba a menguar o a crecer.
"Aunque la situación es muy fluida, la respuesta en este momento parece ser la última - el último canto de la plaza Tahrir pide el juicio o ejecución del jefe del Consejo Supremo Militar, el mariscal de campo Mohamed Hussein Tantawi, mientras que los mensajes que están circulando rápidamente llaman a convocar una marcha de “un millón de personas" mañana [hoy viernes, nota del editor] en el centro de la capital.
"Para añadir más a la sensación de crisis política, se conoció que al menos un miembro del gabinete interino - el ministro de Cultura Ghazi Abu - ha presentado su dimisión, mientras se informa que los disturbios se extendieron a nuevas ciudades como Damietta (que ya fue escenario de la ira pública la semana pasada) y Damanhour en el Delta del Nilo, y Qena en el Alto Egipto.
"En un esfuerzo por mantener su credibilidad, dirigentes políticos civiles - que han demostrado estar en gran parte fuera de sintonía con los revolucionarios y con la calle durante los últimos días - se ven obligados a bajar a Tahrir para afirmar el derecho a la protesta pacífica.
"Mientras tanto, hay poca tregua en el derramamiento de sangre, conforme aumenta la cifra de muertos y las fuerzas de seguridad no muestran señales de retroceder en la confrontación.
"Algunos manifestantes están escribiendo sobre sus brazos datos de contacto de sus padres para que sean avisados en el caso de que caigan en la refriega, mientras que una morgue improvisada en la plaza ha sacado una nota de advertencia escalofriante donde dice que se ha quedado sin ataúdes."
El CSFA ha quedado desenmascarado
El régimen de Mubarak fue derrocado por un movimiento revolucionario de las masas egipcias. Pero las masas, dando sus primeros pasos en el escenario de la historia, no tenían en claro ningún plan de qué hacer una vez que el dictador hubiera sido eliminado. De hecho, en varias ocasiones, especialmente en la última semana antes de que Mubarak renunciara, el poder estaba en la calle esperando que alguien lo recogiera, pero los llamados líderes del movimiento se negaron a tomar el poder. Se limitaban a la demanda de pedir que Mubarak se fuera, pero se negaban a abordar la cuestión de si el Estado o la economía egipcia debían seguir, como siguen estando, bajo la propiedad y el control de los viejos círculos gobernantes.
Así, el poder terminó en manos del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) que, alentado por los dirigentes del movimiento, así como por el imperialismo de EEUU, intervino para evitar un desastre total para el capitalismo egipcio. El papel histórico del ejército egipcio y el respaldo que recibió de todas las fuerzas "opositoras" dio cierta legitimidad al CSFA a los ojos de las masas. Pero la experiencia enseña, y ahora esas ilusiones se están evaporando completamente.
La transición post-Mubarak ha sido una experiencia agridulce para aquellos que pusieron sus vidas en primera línea para eliminar al odiado dictador. El ex presidente y muchos de los que lo rodeaban están en la cárcel o aguardan juicio, pero la Junta Militar que tomó el poder ha demostrado de muchas maneras ser igualmente represiva. En marzo, el gobierno militar instalado y el CSFA aprobaron una ley que prohibía las huelgas y las protestas, más de 12.000 presos políticos siguen encarcelados por tribunales militares, y el ejército está constantemente en el sitio opuesto de las barricadas cuando los trabajadores y los pobres tratan de utilizar sus derechos democráticos recién adquiridos para luchar por mejores condiciones de vida. En resumen, desde enero el papel de los altos mandos del ejército, que en sí mismo posee amplias áreas de la economía egipcia, ha sido el de intentar descarrilar el movimiento con el fin de salvaguardar los intereses del capitalismo egipcio y de sus amos en Washington. Esto sirve para subrayar el hecho de que, aunque la cabeza del régimen fue eliminada, el cuerpo se ha mantenido firme en su lugar.
Los acontecimientos de este fin de semana llegan después de varios meses, cuando las tensiones entre las masas y el CSFA habían venido en aumento. Mientras que el régimen del CSFA ha estado maniobrando para desviar la revolución hacia canales seguros, los trabajadores y los pobres, que emergieron de la revolución con una confianza inmensa, se han radicalizado cada vez más. Ellos entienden que la simple eliminación de Mubarak no es suficiente para resolver sus problemas principales. Están exigiendo empleo, mejores salarios, mejores condiciones de vida y, en muchos casos, la expropiación de las propiedades de la gente que está conectada con el antiguo régimen.
Sobre estas bases, se han desarrollado varias oleadas de huelgas. En septiembre, una ola de huelgas se extendió por todo el país. Cientos de miles de trabajadores iniciaron huelgas, sentadas y marchas para protestar por sus condiciones de trabajo. Las demandas que se están planteando son muy radicales y desafían los fundamentos del capitalismo egipcio.
Por ejemplo, unos 700 trabajadores del sector textil de la compañía Indorama Shebin al-Kom - que fue privatizada en 2007 - se declararon en huelga, e incluso ocuparon la sede de la gobernación de Munifiya para exigir la re-nacionalización de su empresa, así como mejores condiciones de trabajo y de salarios.
En muchos lugares, los trabajadores han conseguido grandes victorias, pero están enfrentándose a una dura resistencia de las autoridades. Por ejemplo, en la empresa Aceites y Lino Tanta, los trabajadores realizaron una ocupación el 13 de noviembre, en un intento de hacer cumplir una reciente decisión judicial para que la empresa volviera al sector público. En Mahalla, la sede del mayor complejo industrial de Egipto, los tanques han sido desplegados frente a las fábricas textiles.
Transición a la "democracia"
Una de las principales demandas de la revolución era la celebración de elecciones libres y justas. Pero desde el principio estaba claro que el CSFA no iba a dejar la cuestión del poder al azar. La legislación electoral elaborada inmediatamente después de la revolución favoreció, en gran medida, a todos aquellos grupos que tenían una organización y una red consolidadas. Esto significó una ventaja abrumadora para los grupos organizados por el antiguo régimen y los Hermanos Musulmanes, que tenían un status de oposición leal y semi-legal, bajo Mubarak.
Al mismo tiempo, el CSFA ha distribuido un documento con propuestas para la Constitución que otorgaría a los militares poderes supra-constitucionales como guardianes de la "legitimidad constitucional" y mantener los asuntos internos del ejército y el Presupuesto al margen del control civil.
Estos factores llevaron a una serie de partidos de izquierda, como el Partido Comunista Egipcio, a boicotear las elecciones.
Los Hermanos Musulmanes tienen todas las posibilidades de conseguir una mayoría aplastante en las elecciones. Esto no se debe a que cuenten con el apoyo de la mayoría de la población, sino principalmente porque es la única fuerza política organizada en Egipto con una red nacional establecida y también porque ha estado recibiendo financiación masiva de grandes sectores empresariales (y, al parecer, también del régimen de Qatar).
En cualquier caso, estaba claro desde el principio que quien ganara las elecciones tendría que cumplir con los deseos del CSFA. El papel de los Hermanos Musulmanes, y de otras organizaciones islamistas que estaban en alianza electoral con ellos, no iba a ser más que el de un sello de goma que sancionara la nueva dictadura militar.
Sin embargo, como la verdadera naturaleza del CSFA se estaba hundiendo en la conciencia de las masas, la presión también se acumulaba dentro de los Hermanos. Junto con otras organizaciones se vieron obligados a apoyar la manifestación convocada el pasado viernes para exigir que el CSFA presentara una fecha específica para la transición a un gobierno civil.
Los líderes de los Hermanos estaban quedando desacreditados por su apoyo al CSFA y por sus constantes llamamientos a la moderación y a la "paciencia" de los trabajadores. Su idea era convocar una protesta de un día, para que las masas se desahogaran, pero luego continuar como lo han hecho hasta ahora.
Por desgracia para estos caballeros, la revolución desarrolla una lógica propia y las masas no cumplen con los dictados de nadie una vez que han adquirido la sensación de su propio poder. La manifestación del pasado viernes fue más allá de lo que nadie había esperado. Con los avances de los últimos días, las elecciones de la próxima semana no tendrán el grado de legitimidad que los militares hubieran deseado.
Está claro para todos que la cuestión del poder no será resuelta en las urnas sino en las calles. Ya ha sido convocada la “marcha del millón de personas” para este viernes. Mientras tanto, los trabajadores de una fábrica de Suez – trabajadores que jugaron un papel clave en la huelga general que dio el golpe de muerte a Mubarak - han llamado a una huelga general indefinida. Esta es una clara señal de que los días del CSFA están contados. Los Hermanos Musulmanes y los demás partidos islámicos, temerosos de agitar las aguas en exceso, aún no han respondido a este llamamiento.
¿En qué etapa estamos?
La revolución egipcia - la vanguardia de la revolución árabe - fue un punto de inflexión decisivo en la historia mundial. Millones de árabes tomaron las calles en una impresionante demostración de fuerza. Cortaron de parte a parte la idea de que no se podía hacer nada para eliminar los odiados regímenes de todo el Oriente Medio. Las masas parecían barrer todo a su paso. Cuando el polvo se asentó, una de las mayores máquinas de opresión del mundo fue puesta de rodillas, y Hosni Mubarak se había convertido en el segundo dictador, después de Ben Ali en Túnez, que era derrocado por un movimiento de masas en la historia árabe moderna.
Esto abrió un período completamente nuevo, no sólo en el Oriente Medio, sino en todo el mundo. Atravesando todas las barreras culturales, nacionales y religiosas, la revolución unió a todas las masas oprimidas contra la clase dominante egipcia y sus amos imperialistas.
Con ello, quedó expuesta la falsedad completa de la llamada teoría del choque de civilizaciones propuesta por Samuel Huntington, que argumentaba que el momento de la lucha de clases había terminado y que en el futuro sería el choque de culturas lo que decidiría el curso de la historia.
La revolución logró en un par de semanas hacer mucho más que todo lo que los reformistas pequeñoburgueses y las ONG habían tratado de hacer durante décadas. En base a este solo hecho, la revolución estuvo plenamente justificada y ha sido un éxito.
Sin embargo, la revolución ahora plantea nuevas preguntas. Aunque sobre la superficie todo ha cambiado, no es menos cierto decir que nada objetivamente fundamental ha cambiado. El viejo aparato estatal sigue intacto, y la economía sigue estando dominada por los gobernantes que se supone fueron derrotados. Al mismo tiempo, las organizaciones de izquierda son pequeñas e insignificantes, mientras que los partidos islámicos liberales y conservadores parecen haber crecido.
Muchos "expertos" burgueses, e incluso algunos "izquierdistas", haciéndose eco de los mismos comentaristas, han llegado a la conclusión de que la revolución ha sido derrotada. Esto demuestra su total ignorancia de las leyes que rigen el movimiento de los trabajadores. Los acontecimientos están señalando estas mismas ideas que estoy escribiendo.
El proceso que estamos presenciando hoy en Egipto es el que se observa en todas las revoluciones. Trotsky explicó en su obra maestra Historia de la Revolución Rusa cómo los obreros rusos, tras el derrocamiento del zar, tenían el poder en sus manos, pero no sabían qué hacer con él, por lo que fue usurpado de sus manos y entregado al gobierno provisional que había sido nombrado por el zar. Inicialmente, la desmoralización se difundió entre las masas y en los meses de julio y agosto la reacción gobernó Rusia, lo que obligó a los dirigentes bolcheviques a pasar a la clandestinidad.
Sin embargo, bajo la superficie, una nueva revolución se estaba preparando. Las masas, que inicialmente tenían grandes ilusiones en el gobierno provisional, probaron a través de su propia experiencia, que aquél ni siquiera podía satisfacer sus demandas más básicas ni proporcionar las formas más elementales de democracia. Los bolcheviques, a través de la explicación paciente, lograron conectar su programa de la revolución socialista con el movimiento de las masas. Explicaron que las masas rusas sólo podían conseguir sus reivindicaciones si tomaban el poder en sus propias manos.
El mismo proceso se está desarrollando actualmente en Egipto. Los marxistas siempre hemos tenido plena confianza en la revolución. Sin embargo, también explicamos que una revolución no es un proceso lineal. En ausencia de una dirección verdaderamente revolucionaria del movimiento, será necesario experimentar una serie de desvíos y aprender de la dolorosa experiencia, a través del ensayo y del error.
Por lo tanto, el próximo período verá el ascenso y la caída de muchas tendencias y partidos. Los días del CSFA están contados; de hecho, algunos informes sugieren que el gobierno ha presentado su renuncia, pero que el CSFA no la ha aceptado. Pero, ¿Quién será el sucesor del CSFA? Ya el liberal Mohamed El Baradei, siempre en busca de cosechar los frutos sembrados por las masas, se ha hecho presente y ha ofrecido sus servicios para calmar la situación y salvar el capitalismo. Sin embargo, El Baradei, después de haber quedado completamente expuesto durante la revolución, duraría menos tiempo incluso que el CSFA.
Los Hermanos Musulmanes se preparan para intervenir, pero un gobierno dirigido por ellos, no sería mucho más estable. Ya, las capas activas más avanzadas, pueden ver la verdadera naturaleza de los Hermanos. Por ejemplo, el día de hoy, uno de sus candidatos, Mohamed Beltagy, fue expulsado de Tahrir por los manifestantes cuando trataba de llegar a la plaza. Los Hermanos Musulmanes, sin embargo, aunque desacreditados a los ojos de la mayoría de los activistas, todavía tienen apoyo entre las capas más inertes de las masas, pero esto en modo alguno es una señal de la victoria de la reacción en Egipto. Se trata simplemente de una etapa en medio de un largo proceso.
El punto es éste: quien llegue al poder en el contexto inmediato de la revolución egipcia se enfrentará con las demandas de las masas que desean una solución a sus problemas principales - la falta de una verdadera democracia, los bajos salarios, la pobreza y el desempleo.
La causa de la revolución egipcia está en el sistema capitalista que no es capaz de ofrecer las concesiones más básicas a las masas. Sin embargo, ninguno de los partidos establecidos está dispuesto a desafiar al capitalismo, como sistema. De hecho, todos ellos están por la defensa del orden capitalista, y es por eso que no serán capaces de hacer frente a las principales demandas del pueblo, y por lo tanto entrarán en conflicto con las masas en algún momento.
Por otro lado, los trabajadores y la juventud todavía están imbuidos de la confianza de sus victorias de la primavera del 2011. Pondrán a prueba a todos los partidos que lleguen al poder. Al principio puede haber un período de ver y esperar qué ofrecen, pero inevitablemente estos partidos revelarán sus carencias. Por lo tanto, la actual falta de una alternativa revolucionaria clara, no significa el fin de la revolución. Por el contrario, la situación se está preparando para nuevos levantamientos. La situación actual está proveyendo de lecciones valiosas a las masas y por lo tanto, una nueva revolución está, inevitablemente, en preparación.
Ahora la atención se centra en las movilizaciones inmediatas que vienen. Hay que organizar comités de lucha en todos los barrios y fábricas para preparar la marcha y con el fin de coordinar y ampliar la huelga general. Todas las fuerzas deben movilizarse ahora para derribar a la Junta Militar. Para las masas egipcias, la lección es la siguiente: sólo deben confiar en sí mismas y en su propio poder. Vosotras, las masas, habéis impulsado la revolución hacia adelante y sólo vosotras podéis garantizar su éxito final.
¡Thawra Hatta Al Nasr! ¡Hacia la victoria final!
Translation: El Militante (Argentina)