Con 3,4 millones de votos – el 62,16% de los sufragios emitidos aunque sólo el 25,6% de los electores habilitados – Michelle Bachelet es reelecta en segunda vuelta a la presidencia de Chile, cargo que ya ocupó entre 2006 y 2010. Una victoria que se debe en primer lugar a las masivas movilizaciones contra el gobierno de Piñera durante toda su gestión, hecho demostrado por la elección a diputados de los ex dirigentes estudiantiles: Camila Vallejo y Karol Cariola del Partido Comunista, Giorgio Jackson de Revolución Democrática y Gabriel Boric de Izquierda Autónoma.
El colapso de la derecha
La derecha obtiene su peor resultado electoral desde el retorno a la democracia. Los 1,6 millones de votos a Evelyn Matthei en la primera vuelta son incluso menos que lo que lograron por separado la UDI y RN – los partidos de la Alianza – en las presidenciales de 2005. En comparación a las anteriores elecciones de 2009 la derecha pierde un 46% de votos en la primera vuelta y un 41% en el balotaje. Un colapso que es la expresión de la absoluta incapacidad de dar respuestas, desde la perspectiva neoliberal y pinochetista, a un cambio cada vez más profundo en la sociedad chilena, y a los reclamos de educación pública y gratuita, seguridad social, derechos democráticos etc., levantados por estudiantes, obreros y movimientos sociales en los últimos años.
La campaña electoral de Matthei y la Alianza se concentró sobre todo en agitar ante el electorado, y principalmente las clases medias, el espectro de un gobierno Bachelet hegemonizado por la izquierda que concedería educación gratuita incluso a quienes puedan pagarla, financiandose con un aumento exponencial de impuestos. Solo que el propio gobierno Piñera, del que Matthei fue ministra de trabajo, es el que ha mantenido y profundizado el co-financiamiento público a la educación privada y un sistema tributario cargado sobre la clase obrera que permite a los empresarios eludir impuestos con el beneplácito de la ley.
Bachelet vence pero no convence
El gobierno de Piñera tuvo un solo “mérito” real: contribuir con sus medidas neoliberales a amplificar las luchas que empezaron en la anterior gestión de Michelle Bachelet, liberándolas del miedo a la derecha que fue el principal aliado de la Concertación en 20 años ininterrumpidos de poder. Esto se refleja también en el propio triunfo electoral de Bachelet, que vence sin convencer ni recibir cheques en blanco de la clase obrera, los estudiantes y los movimientos sociales chilenos.
El abstencionismo ha sido del 51% en la primera vuelta y del 59% en la segunda. Estos datos no se explican sólo por la inscripción automática, que elevó el padrón electoral de 8 a 13 millones de habilitados a votar. Con 6,6 millones de votantes en la primera vuelta y 5,6 en el balotaje, estas han sido en términos absolutos las elecciones con la menor participación desde el retorno a la democracia; en promedio medio millón menos que todas las anteriores. El triunfo de Michelle Bachelet coincide con el segundo peor resultado de la Concertación (la alianza que engloba principalmente al Partido Socialista y la Democracia Cristiana) en toda su historia. En comparación a los comicios que la llevaron a su primer mandato, Michelle Bachelet pierde 100 mil votos en la primera vuelta y 254 mil en la segunda, a pesar de que ahora sumaba el apoyo del PCCh.
Trabajadores y jóvenes defienden su autonomía
Antes de estos comicios se realizaron elecciones en las dos principales organizaciones que estuvieron al frente de las luchas y las huelgas de estos años. La CUT renovó su directiva en agosto del año pasado, en una elección que rompió con 11 años de cuestionada gestión socialista entregando con una mayoría relativa de 324 mil votos (el 44%) la dirección a la comunista Bárbara Figueroa del Colegio de Profesores, sindicato a la vanguardia en las luchas contra el lucro en la educación. Las elecciones de este año para la renovación de la FECH fueron ganadas por primera vez después de 91 años por una lista libertaria y anarquista (Luchar, con base en el Frente de Estudiantes Libertarios). La actual presidenta de la FECH, Melissa Sepúlveda, hizo énfasis en la necesidad de promover la “unidad con el resto de los sectores sociales, con trabajadores” como única posibilidad de avance en la lucha y “contención a un gobierno de Michelle Bachelet”.
Todos estos datos demuestran que la candidatura de Michelle Bachelet, como ya habíamos señalado después de las primarias, fue utilizada por sectores de la clase obrera y la juventud chilena como herramienta para deshacerse de la derecha y sus políticas antipopulares. Sin embargo los trabajadores y estudiantes que votaron por Nueva Mayoría rechazaron cualquier posibilidad de concertación y negociación de sus intereses con los intereses de los poderosos, defendiendo la independencia y/o la combatividad de sus organizaciones sindicales. A pesar del ambiente social movilizado, Bachelet no ha logrado ni suscitar entusiasmos ni recibir una verdadera confianza de las amplias mayorías obreras y juveniles.
El programa de gobierno de Nueva Mayoría
Durante toda la campaña electoral Michelle Bachelet trató hábilmente de esquivar las cuestiones más controvertidas, haciendo al mismo tiempo guiños a su izquierda, al movimiento obrero y estudiantil y sus reclamos. Su programa pone énfasis particular en las reformas educativa, tributaria, del Estado, de la seguridad social y las relaciones sindicales, pero nada dice a propósito de la renacionalización del cobre, reivindicación que según un reciente sondeo de opinión pone de acuerdo al 83% del pueblo chileno. En la actualidad la minería privada, principalmente en manos de multinacionales, ha sobrepasado en producción a la estatal con impuestos que son de los más bajos al mundo y cuentan además con una serie de desgravámenes. Este llamativo silencio sólo se explica por la voluntad, expresada en el programa de Bachelet, de “ratificar la estabilidad institucional de Chile para las inversiones extranjeras”, es decir continuar legitimando el saqueo.
Todas las demás reformas anunciadas o son aplazadas o resultan contradictoriamente aguadas cuando se entra en el detalle. La reforma educativa no llegaría antes de 6 años. En lo tributario se propone una elevación de los impuestos a las empresas “del 20% al 25% en un plazo de cuatro años”, una reducción del impuesto personal del 40 al 35 por ciento y la eliminación del FUT, mecanismo a través del cual son exentas de impuestos las utilidades que no sean retiradas de las empresas. Sin embargo la cancelación de impuestos de empresas “seguirá operando como un anticipo de los impuestos personales”, manteniéndose así todas las posibilidades de evasión que benefician a la burguesía chilena. En la seguridad social mientras correctamente se afirma que “la credibilidad del sistema de capitalización individual se ve aminorada por la existencia de ganancias extranormales de las AFPs”, se aplaza indefinidamente la reforma esbozando solo algunos lineamientos generales: no habrá nacionalización de las AFPs – como sugiere la reforma boliviana – sino la institución de una AFP estatal que “permita mayor competencia de precios” y la erogación de una Pensión Básica Solidaria de vejez desde los 65 años. Son botones que sirven de muestra.
Las incógnitas de la economía
Como declarado por el propio programa, las reformas que se anuncian tienen un costo estimado de 15 mil millones de dólares. Su fuente de financiamiento sería la reforma tributaria, que, como ya hemos señalado, aún si se realizara según los planes, tendría efectos contradictorios, y “las holguras del crecimiento económico”. Sin embargo, aquí es dónde se encuentran las principales incógnitas. El 2013 cerrará con un déficit público del 1% del PIB y un déficit proyectado en la balanza comercial de 1600 millones de dólares. El consecuente endeudamiento externo se ha incrementado del 18% hasta abril de 2013 llegando a 120 mil millones de dólares, 8 veces lo que requiere el programa de Bachelet.
El cobre representa el 57% de las exportaciones chilenas. En total la minería contribuye al 62% de las exportaciones y representa el 45% de la inversión en el país (datos 2012). El capital financiero internacional saca utilidades de la explotación minera y se hace restituir con intereses lo que deja en impuestos a través de la deuda pública a la cual el Estado recurre para financiarse. En una situación que ve fuerte oscilaciones en el precio del cobre, organismos financieros proyectan para 2014 una reducción del 4,5 al 4 por ciento del crecimiento económico chileno, advirtiendo de posibles bajas ulteriores por los riesgos asociados “a una desaceleración de la economía en China, que tenga consecuencias sobre el precio del cobre” (Análisis Económico del BBVA, noviembre de 2013). En un contexto mundial de crisis que no ve salida, esta temida desaceleración ya se está concretando.
Palabras y hechos
Todo esto está bien claro para la burguesía chilena y el imperialismo que esperan de la Nueva Mayoría una mayor capacidad de contener y dividir la lucha social ante un contexto en que no están en condiciones de hacer concesiones significativas. Para ello contarán con el ala derecha de la coalición ganadora (el Partido Demócrata Cristiano principalmente), más orgánicamente vinculada a sus intereses, pero también con la “responsabilidad” de los dirigentes socialistas ante la situación objetiva.
Un ejemplo lo tuvimos incluso antes de las elecciones con el nombramiento del equipo económico de Michelle Bachelet, en el cual están los democristianos José de Gregorio (ex presidente del Banco Central) y René Cortázar. El primero expresó públicamente su oposición a la educación gratuita, obligando Bachelet a desmentirle en plena campaña, y el nombramiento del segundo, miembro del directorio de algunas de las principales empresas chilenas, fue criticado incluso por uno de sus correligionarios de partido, el vicepresidente de la CUT Nolberto Díaz. Estos son los hechos, las personalidades y los intereses con los cuales la Nueva Mayoría tendrá que negociar sus ya tibias reformas, dilatándolas y aguándolas aún más.
El PCCh en Nueva Mayoría
Es inevitable que las contradicciones que atraviesan a la Nueva Mayoría no sólo le quiten el sueño a Michelle Bachelet sino que sobre todo crearán dificultades al partido que cubre el flanco izquierdo de esta coalición, es decir el Partido Comunista. El PC de Chile es uno de los más grandes y enraizados partidos comunistas de América y el único de la izquierda chilena que cuenta con una presencia militante entre las vanguardias tanto obreras como estudiantiles. Llegó a formar parte de la Concertación, que pasó justamente a llamarse Nueva Mayoría en virtud de su ampliación al propio PCCh, para superar el aislamiento producto del antidemocrático sistema binominal y llevando como dote a esta coalición la autoridad de algunos de sus principales dirigentes como Camila Vallejo.
Respondiendo a las críticas, desde su blog, Camila Vallejo afirma que el PCCh no está en Nueva Mayoría “para perder independencia, sino para generar incidencia”. Declaración de gran efecto retórico pero, lamentablemente, poca sustancia. El PCCh ha elegido 6 diputados y ningún senador. En términos estrictamente numéricos esta bancada no influye en la mayoría parlamentaria, al contrario que el PDC, que con 21 diputados y 6 senadores es el primer partido de Nueva Mayoría. La conquista de la dirección de la CUT, por los motivos antes expuestos, es un arma de doble filo para el PCCh. Si el partido buscara la presión de las masas para superar el impasse parlamentario sería fácilmente superado por la izquierda por las reivindicaciones de masas, debiendo responder ante ellas por su apoyo a Bachelet.
En su acercamiento a la Concertación, el PCCh ha perdido su papel dirigente en la FECH, que como hemos señalado ha girado cada vez más a izquierda en la línea de una total independencia partidaria. En las elecciones del distrito de Calama, principal zona minera de Chile, el PCCh proponía por segunda vez consecutiva la candidatura del dirigente sindical minero Cristian Cuevas. Las elecciones tuvieron una participación de 36 mil electores menos que en 2009 y Cuevas redujo su apoyo electoral de 22 mil a 12 mil votos. Es decir que en el distrito donde se ubican las dos principales minas de cobre del mundo, el PCCh pierde votos principalmente obreros que van hacia la abstención, como castigo por su ingreso en Nueva Mayoría. Son ejemplos muy significativos de lo que le puede suceder al PCCh: marginalización parlamentaria y dificultad en el movimiento. Muy lejos de la añorada incidencia, muy cerca de la realidad.
La Asamblea Constituyente
Dentro de su perspectiva “democrática” para Chile, el PCCh y sus dirigentes consideran un logro que Nueva Mayoría haya asumido en el programa de gobierno la necesidad de una Asamblea Constituyente. Es cierto que en la actualidad en Chile existen cuestiones democráticas pendientes, desde el reconocimiento de derechos indígenas a la consulta para proyectos como HidroAysén, hasta la abrogación del sistema binominal, que deja sin representación al 13% del electorado activo, y de las leyes represivas de excepción resabio de la dictadura, etc.
Sin embargo en la actual situación social de Chile la propuesta de la Asamblea Constituyente sirve para llevar estas reivindicaciones, ya presentes en luchas de masas concretas, al terreno más favorable para los cuestionados partidos políticos y sus aparatos. Una constituyente que se proponga reformar el Estado y no se apoye en organismos de base y de masas, sería naturalmente hegemonizada por los partidos. Así para Nueva Mayoría, particularmente su ala derecha, la propuesta de un proceso constituyente se convierte en una maniobra de distracción y división.
Por ejemplo el programa de Bachelet proclama la necesidad de terminar con el sistema binominal en favor de un sistema proporcional. Pero lo más probable es que, ante el peligro de hemorragias de votos y pulverización del cuadro político existente, desde el PS y el PDC se proponga un umbral mínimo de votos que mantenga unida su coalición y/o mantenga los partidos a su izquierda fuera del parlamento. Estas son las propuestas que serían aprobadas en una Constituyente de estos partidos, generando decepción y divisiones entre las masas. La tarea de un partido comunista no es la de sembrar y correr detrás de estas ilusiones, sino la de tratar de unificar los diferentes frentes de luchas y vincular las reivindicaciones democráticas a la necesidad de cambiar el sistema económico vigente.
Qué izquierda para Chile
A pocos días de la primera vuelta los estudiantes de secundaria ocuparon el comando electoral de Michelle Bachelet desplegando una gran pancarta en que decían “los cambios no están en la Moneda, sino en las grandes Alamedas”. Es cierto, pero sólo en parte. La fuerza del movimiento está también en la capacidad de sacudir con su acción el cuadro político, imponiendo sus representantes y sus reivindicaciones. El resultado político principal de las elecciones chilenas es que el movimiento se ha impuesto pero, sin haber encontrado todavía una expresión política a su altura, para derrotar la derecha se sirvió de Nueva Mayoría cuidando de no caer en sus lisonjas.
Al negarse a proponer alternativas a Nueva Mayoría, el PCCh ha preparado para las masas chilenas todo un calvario de luchas, divisiones internas, decepciones individuales y colectivas, que será la experiencia inevitable con el blando reformismo de Bachelet. Todo esto tendrá repercusiones en el cuerpo militante del partido e incluso en sus vértices, donde hay un sector que se siente atraído y halagado por la presencia institucional. Estas pruebassóloo serán superadas si desde hoy se prepara a los militantes a una lectura atenta de la situación y la lucha de clases en Chile y el mundo, a romper con la perspectiva “democrática” que empaña la visión de la actual dirigencia y a retornar al marxismo como herramienta indispensable para la consolidación de la izquierda revolucionaria que las batallas del futuro próximo requiere.