El 19 y 20 de diciembre se cumplen nueve años de las jornadas que iniciaron toda una nueva época histórica en la vida nacional. La irrupción de las masas en las calles fue una manifestación de repudio ante la situación socioeconómica, pero también de los manejos políticos y hasta de toda una cultura dominante, la de los años noventa.
¡Que se vayan todos!
Toda la bronca acumulada que durante años sólo lograba expresarse en resistencias aisladas hizo explosión masiva y conjunta frente a la crisis ocasionada por las exigencias drásticas y reiteradas de la banca transnacional. Aunque la rebelión no tenía una organización ni propuestas unificadoras, sí se sabía lo que no se quería. Se rechazaban los ajustes económicos, los recortes de presupuesto, el endiosamiento del mercado, el desempleo, el descuido de las políticas sociales, el desprecio de la salud y la educación públicas, la represión de las protestas y a los personajes que encarnaban estas políticas. El ¡que se vayan todos! cuestionó todas las instituciones e hizo caer gobierno tras gobierno: De la Rúa-Cavallo, Puerta, Rodriguez Saa, Camaño, Duhalde...
Lo que faltó
En ese momento se hizo evidente la falta de una alternativa política con un programa de transición que, partiendo de las reivindicaciones masivas en las calles, propusiera transformaciones de fondo que terminen con las estructuras económicas y políticas de explotación: nacionalizar las palancas fundamentales de la economía (banca, latifundios, grandes empresas, ferrocarriles, petróleo y recursos naturales) y las pusiera bajo control obrero. Y también el reemplazo del aparato estatal a partir de las demandas de democratización expresadas en los gérmenes de democracia obrera que fueron las Asambleas Populares, surgidas por centenares en distintos lugares del país.
Los grupos de izquierda y socialistas revolucionarios no estuvieron a la altura de las circunstancias. Se cometieron distintos errores. Algunos caracterizaron mal el momento y no vieron el potencial revolucionario de la situación. Propusieron tareas muy a largo plazo y sin audacia. Otros por el contrario pensaron que las masas continuarían indefinidamente en las calles y mantuvieron el boicot a las instituciones democrático-burguesas durante años. O cayeron en consignas tramposas como la Asamblea Constituyente, enredados en cuestiones leguleyas. Hubo sí, una parte de la izquierda que intentó intervenir más audazmente pero cometió algunos errores que profundizaron la fragmentación y el aislamiento propio: ignoraron la táctica de Frente Único para conectar con las masas y disputar su dirección, aparatearon todo intento genuino de organización de masas (como las mencionadas Asambleas y también los espacios de recuperación sindical) y, algunos, hasta dudaron del protagonismo de los trabajadores ocupados teorizando sobre nuevos sujetos sociales.
Luis Zamora
Tal vez la mayor oportunidad fue perdida por Luis Zamora, que desperdició una historia de décadas de luchador contra la corrupción, por los derechos humanos y contra el imperialismo. En los meses inmediatos a la rebelión se convirtió en el dirigente político más popular y varios de los grupos de izquierda más importantes estuvieron dispuestos a aceptar su liderazgo. Pero le faltó coraje en el momento decisivo. Su negativa a presentarse a elecciones lo relegó a un segundo plano. Y cuando se presentó a elecciones en Capital, si bien obtuvo cierto apoyo importante, su crédito estaba disminuyendo y terminó de agotarse ante una nueva ronda de fragmentación de su espacio Autodeterminación y Libertad.
Ante cierto cansancio de las masas, luego de meses de luchar en las calles mediante piquetes, marchas, cortes de rutas, asambleas, etc. sin que aparezca una salida visible y confiable, se acepta cierta recomposición del sistema institucional mediante la realización de elecciones presidenciales. Pero no dejan de manifestarse en ellas la efervescencia y el ansia de cambio: triunfa la opción peronista de izquierda, encabezada por Néstor Kirchner.
El kirchnerismo
Mediante importantes medidas y gestos (renovación de la corte y de la cúpula de las FFAA, impulso a los juicios contra los genocidas, recuperación de aerolíneas y del sistema previsional de reparto, leyes de democratización de los medios audiovisuales y de matrimonio igualitario) y apoyado en la recuperación económica (que permitió la reducción de la pobreza y el desempleo) mantuvo, no sin algunos sobresaltos, su popularidad, favorecido también por las limitaciones mencionadas de los demás grupos, a la izquierda del sistema político nacional. Sus limitaciones fundamentales estuvieron ligadas a negarse a romper con el aparato del PJ y con sus compromisos con grandes empresas automotrices, siderúrgicas, petroleras y telefónicas.
Los trabajadores entran en escena
Como siempre sucede con la clase obrera ocupada en los momentos de crisis aguda, al principio tiende a retraerse y luego entra al movimiento venciendo la pesada inercia de sus organizaciones sindicales (cuya dirigencia permanece anclada en el período anterior). La CGT dominada por la burocracia de los gordos sufrió un recambio en beneficio del moyanismo, que en un principio avaló la salida devaluacionista de Duhalde.
En los años siguientes, sectores de la clase obrera fueron tomando protagonismo. Sobre las luchas de ferroviarios, telefónicos, docentes, estatales y subte, entre otros, se inició la recuperación salarial y de conquistas arrebatadas en los años de reacción. Y también comenzaron a ponerse en pie oposiciones clasistas y antiburocráticas. La expresión más importante de este fenómeno fue el Movimiento Intersindical Clasista (MIC), cuyo surgimiento y fracaso hemos seguido paso a paso en estas páginas.
La CTA y la lucha política
La dirigencia de CTA se quedó a medias, no confiando en las masas, y demorando el paso a la política con el que viene jugando desde los 90 con su idea de promover un Partido de los Trabajadores. Luego, esa propuesta iría tomando otras formas y denominaciones: Movimiento Político y Social en el Congreso de Mar del Plata de diciembre de 2002 y posteriormente Constituyente Social, Instrumento para la Unidad Popular... pero sin terminar de cuajar hasta hoy en un partido de masas con centro en la clase obrera.
Proyecto Sur: un proyecto malogrado
Ahora se suma al Movimiento Proyecto Sur que, alrededor de la figura de Pino Solanas, tuvo un gran auge en los últimos años a partir de sus propuestas de recuperación de los recursos naturales y de las empresas privatizadas, pero que en los últimos meses ha ido descarrilando con sus posiciones electoralistas y oportunistas, y su acercamiento a figurones y sectores políticos a la derecha del kirchnerismo (Juez, Buzzi, PS, GEN, etc.)
Ante la continuidad del vacío de opciones de masas a su izquierda, una vez más el kirchnerismo canaliza la energía de los trabajadores y la juventud, fruto de las brasas aún calientes del Argentinazo.
El legado
Desde aquí renovamos nuestro compromiso con la herencia histórica de las luchas de la clase obrera argentina, los luchadores de los 70, la resistencia de los 90 y los compañeros caídos en aquel diciembre de 2001. Y consideramos que es necesario avanzar decisivamente en el enfrentamiento a la oligarquía y al imperialismo, expropiando las palancas fundamentales de la economía y profundizando la democracia para que no se cierre este periodo histórico en otra noche negra como la que derrotaron las masas en el Argentinazo.